No es un secreto que el 2022 fue un año retador. En medio de un conflicto geopolítico inesperado que empañó la recuperación mundial, una pandemia en decadencia que aun así consiguió presionar la cadena global de suministro, y la implementación inminente de una política monetaria más restrictiva, tanto los bancos centrales como las economías tuvieron que ajustarse a esta realidad inesperada.